Como entender lo que está sucediendo en Afganistán con la toma del país, por parte de talibanes.

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Decenas de horas de zozobra han vivido los afganos tras la toma de los talibanes a su país. La situación es caótica: miles intentan huir por el aeropuerto, los vuelos comerciales fueron cerrados, una avalancha de civiles transita por las principales, mientras millones de mujeres comienzan a esconderse en sus casas o a intentar atravesar la frontera con sus familias.

Todo pasó muy rápido. Uno de los cofundadores de la milicia talibán, Abdul Ghani Baradar, dijo que los propios insurgentes están sorprendidos por la “rapidez” con la que lograron tomar el poder en Afganistán en un video emitido el domingo.

Pero, ¿quiénes son los talibanes? La historia de este grupo armado empezó a inicios de la década de 1990. La tropas de la Unión Soviética fueron derrotadas en Afganistán por los muyahidines –combatientes de yihad–, afganos y extranjeros tras una década de guerra en 1989. Fue entonces cuando los talibanes, que surgieron de los seminarios religiosos fundamentalistas, prometieron que habría orden y seguridad en la ofensiva que desarrollarían para llegar a gobernar el país, desde la frontera afgano-pakistaní.

Hace 25 años, en 1996 los talibanes lograron lo que querían: tomar el control de Kabul y del Gobierno en general, arrebatándole la presidencia a Burhanuddin Rabbani, líder muyahidín catalogado como uno de los héroes de la victoria frente a la Unión Soviética.

La llegada de los talibanes en ese momento supuso cambios del cielo a la tierra para los afganos. En primer lugar, instauraron un régimen integrista sobre la interpretación al detalle de la ley islámica, pero no fue todo. La amputación de miembros por delitos menores, latigazos y la pena capital en plaza pública hacía parte de los castigos físicos que fueron impuestos. Las mujeres llevaron la peor parte. Fueron obligadas a vestir la burka y se prohibía que las niñas mayores de 10 años asistieran al colegio. Las expresiones culturales también estaban prohibidas.

Tras lo ocurrido, solo tres naciones reconocieron a este grupo armado: Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Pakistán. Este último país acusado en múltiples ocasiones por Estados Unidos de apoyar sin escarnio alguno la insurrección talibán.

Estados Unidos le declaró la guerra a los talibanes cinco años después de la toma de Kabul, cuando el 11 de septiembre de 2001 las Torres Gemelas sufrieron el atentado que dejó un saldo de alrededor de 3.000 muertos. Para esa época George W. Bush estaba al poder y culpó a la red terrorista Al Qaeda –creada a finales de 1980 liderada en ese momento por el saudí Osama Bin Laden– de haber perpetrado el ataque.

Fue entonces cuando el mandatario estadounidense declaró la guerra a los terroristas y a sus santuarios, entre ellos, el Afganistán de los talibanes, donde se pensaba que el mulá muyahidín Mohamed Omar había refugiado Bin Laden y las cabezas de Al Qaeda. Pasaron dos meses y los estadounidenses lanzaron la Operación Libertad Duradera en octubre de 2001 contra las fuerzas talibanes en conjunto con una coalición de milicias rivales que nació tras la toma de Kabul, el grupo Alianza Norte.

El actual líder de los talibanes se llama Maulaui Hibatullah Akhundzada y desde que las tropas estadounideneses retomaron el control de Afganistán y entraron en vigencia los estándares democráticos para ese Gobierno, ese grupo armado se ha seguido formando, el Centro para el Combate del Terrorismo de West Point estima que cuentan con cerca de 60.000 combatientes, una cifra que tiende a ser mayor si se le suman milicianos afines a su credo. La zona de influencia de los talibanes es en áreas del interior y de la frontera paquistaní.

El pasado 4 de agosto intentaron llegar hasta la residencia del ministro de Defensa en Kabul y así ha sido su modus operandi: combatiendo con las guerrillas, cometiendo atentados terroristas y atacando a funcionarios públicos que van desde políticos hasta periodistas. Zabihullah Mujahid, el principal portavoz de los talibanes suele comunicar que el grupo armado se atribuye los atentados terroristas, algo que no ha sido del todo claro tras la creación del también grupo terrorista Isis, del Estado Islámico.

El retiro de las tropas estadounidenses

Desde diciembre de 2014 Barack Obama anunció el fin de las primeras operaciones de combate y buscó centrar los esfuerzos de sus tropas en el entrenamiento y la cesión de responsabilidades de seguridad a los militares afganos para poder cerrar la misión. No obstante, con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, los términos cambiaron. Si bien el republicano apoyaba el regreso de los soldados de las guerras más largas, Trump dijo que no se retirarían de Afganistán hasta que la situación así lo permitiese.

Más adelante, en febrero de 2020, el republicano llegó a un acuerdo con los talibanes y les aseguró que sacaría a las tropas del país en un plazo de 14 meses, en el marco de las conversaciones de paz adelantadas en Doha (Qatar).

Este año con Joe Biden al mando, el demócrata anunció en abril que retiraría sus tropas, acción que comenzó en mayo y que se sigue dando. A la par de estos anuncios, los talibanes comenzaron a desplegarse para ir tomando el control de a poco, desgastando las 34 provincias que dividen el país afgano de las grandes ciudades hasta llegar a Kabul, su objetivo ya logrado.

Jonathan Schroden ya lo había vaticinado en una investigación publicada en el Centro para el Combate del Terrorismo de West Point, quien al analizar cinco factores (tamaño, recursos materiales, apoyo externo, empleo de la fuerza y cohesión), concluyó que “los talibanes tendrían una ligera ventaja militar si Estados Unidos retirara el resto de sus tropas de Afganistán, lo que luego probablemente crezca de manera compuesta”.

“Sin un acuerdo de paz, la mayor retirada de las fuerzas estadounidenses (…) probablemente cambiará el equilibrio de poder a favor de los talibanes. Con el apoyo continuo de Pakistán, Rusia, Irán y grupos terroristas como Al Qaeda, el autor opina que los talibanes eventualmente derrocarían al gobierno afgano en Kabul”, señala la publicación.

¿Por qué no opuso resistencia el ejército gubernamental?

Estados Unidos y Afganistán estaban convencidos, cuando las tropas internacionales comenzaron su retirada en mayo, de que el ejército afgano podría responder a los ataques de los talibanes.

Con cerca de 300.000 miembros y un equipamiento mucho más avanzado que el de los insurgentes, las tropas del gobierno estaban listas, al menos en teoría. Pero en realidad, las fuerzas armadas estaban corroídas por la corrupción, la falta de entrenamiento y la desmoralización. En verano, este mismo ejército pudo resistir la ofensiva talibana en el sur, en Lashkar Gah, pero sin el apoyo aéreo y militar de Estados Unidos, no aguantaron mucho.

Frente a un ejército más pequeño pero más motivado y cohesionado, muchos soldados del gobierno, incluso unidades enteras, desertaban o se rendían, dejando libres las ciudades a los talibanes.

¿Cómo aprovecharon los talibanes la baja moral?

Las semillas del colapso comenzaron a germinar el año pasado cuando Washington firmó el acuerdo de retirada completa de sus tropas con los talibanes. Para los talibanes, fue el inicio de su victoria tras dos décadas de guerra. Para muchos afganos desmoralizados, significó traición y abandono.

Los insurgentes ampliaron su ofensiva con asesinatos dirigidos contra periodistas y activistas de los derechos humanos, creando un sentimiento de miedo generalizado. Acompañada de una campaña de propaganda ante la inevitable victoria talibana. Soldados y responsables locales informaron que recibían mensajes de teléfono pidiéndoles que se rindieran o cooperan con ellos para evitar males mayores.

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