Casi al amanecer la escuadrilla divisa su objetivo; los «Stukas» se lanzan en picado y dejan caer su carga de bombas en la ciudad polaca de Wielum… Son las 4:40 del 1 de septiembre de 1939. Comienza la Segunda Guerra Mundial
Minutos después los cañones del antiguo acorazado «Schleswig-Holstein» bombardean desde el Báltico la fortaleza de Westerplatte, guardiana de la ciudad libre de Danzig (Gdansk), manzana de la discordia en el conflicto germano-polaco.
En pocas horas le sigue todo un torrente de tropas germanas: la Wehrmacht se ha puesto en movimiento. Sin previa declaración de guerra, el ejército alemán ejecuta la operación Fall Weiss (Plan Blanco) para la invasión de Polonia. Dos días más tarde, y en cumplimiento de las garantías dadas a Polonia por sus aliados, Francia y el Reino Unido declaran la guerra a Alemania.
La clave del plan germano es la velocidad. El Alto Mando alemán (OK) emplea sus mejores unidades, dejando prácticamente desguarnecida la frontera con Francia. Las operaciones deben terminarse cuanto antes en previsión del tan temido contraataque francés y británico. Para la veloz ejecución del plan, se cuenta con dos factores: la orografía polaca, sin obstáculo natural insalvable, excepto los ríos Vístula, Narew, Bug y San, y sobre todo su nueva doctrina de combate, la Blitzkrieg o guerra relámpago.
Ante Varsovia
El desarrollo de los combates es desastroso para las armas polacas. Durante los primeros días, tiene lugar la Batalla de la Frontera, en Mlawa, Mokra, Pomerania… La resistencia polaca es muy fuerte, e incluso en algunos sectores se detiene el avance alemán, pero la flexibilidad de las novedosas tácticas de combate alemanas y la calidad y movilidad de sus unidades, unido al control del aire, con la Luftwaffe bombardeando las concentraciones de tropas y las comunicaciones polacas, hacen que la balanza se decante siempre del lado de los ejércitos del Reich.
Rota la resistencia en la frontera, las unidades acorazadas móviles alemanas (las Divisiones Panzer) se internan profundamente en territorio enemigo. El ejército polaco, siguiendo su plan operativo —Zachod u Oeste—, intenta replegarse hacia el interior en espera del contraataque francobritánico, pero su retirada es todo menos ordenada: refugiados, carreteras colapsadas, unidades dispersas, ataques aéreos alemanes…
El caos se adueña del Alto Mando polaco ante la contundencia del avance alemán: tropas provenientes del centro de Alemania enlazan con las de Prusia Oriental a través del Corredor Polaco el día 4 de septiembre. Entre el 5 y el 6, se produce la ruptura en el frente sur. En el centro, el día 8, las vanguardias alemanas llegan a los arrabales de Varsovia; sin embargo, el asalto inicial a la capital (sometida a bombardeo desde el primer día) es detenido.
Contraofensiva
En efecto, los polacos, a pesar del terrible impacto militar y psicológico de la Blitzkrieg, luchan con una determinación desesperada. El día 9 tiene lugar la contraofensiva de Bzura, que coge desprevenidos a los alemanes. Pero el éxito es un espejismo…, el Alto Mando alemán reacciona con rapidez: es la oportunidad de cercar y derrotar al grueso del ejército polaco. Entre los días 13 y 14, la contraofensiva es aplastada y los polacos ya sólo pueden luchar para sobrevivir.
Con Varsovia cercada y sus fuerzas derrotadas, el Alto Mando polaco pone en marcha su último plan defensivo: el Saliente Rumano. Todas las unidades que pueden se retiran hacia el borde de la frontera con Rumanía donde intentarán resistir hasta que se produzca el todavía esperado contraataque aliado en la frontera francesa. Éste no llegará. En su lugar, el día 17 las tropas del Ejército Rojo inician la invasión de Polonia por el este, cogiendo desprevenidas a las escasas fuerzas que guarecen la frontera. La sorpresa polaca es total. La campaña queda definitivamente decidida.